Espíritu Emprendedor TES 2020, Vol 4, No. 4 octubre a diciembre 18- 41
Artículo Científico
Indexada Latindex Catálogo 2.0
ISSN 2602-8093
DOI: https://doi.org/10.33970/eetes.v4.n4.2020.220
Esta obra se comparte bajo la licencia Creative Common Atribución-No Comercial 4.0
International (CC BY-NC 4.0)
Revista Trimestral del Instituto Superior Universitario Espíritu Santo
23
fomentó su uso en monasterios, conventos e iglesias, e incluso estás entidades tuvieron
viñedos propios.
Si bien no se tienen datos precisos desde fines del siglo XV si se conoce que existían
amplias extensiones de viñedos pero desde inicios del siglo XVI las mejores tierras del
campo de Yecla, que no estaban rodeados de huertas debían estar plantadas de viñedos
y ya para el siglo XVII decae la producción de vino, pero verdaderamente el cultivo de
vid tuvo mayor importancia desde mitad del siglo XVIII (Villena, 2015), desde
entonces el vino ha pasado a ser una de las tradiciones sobre todo de países europeos
donde la industria del vino tuvo auge en países europeos sobre todo en España,
Alemania, Francia y otros países de dicho continente, durante toda la mitad del siglo
XX, donde incrementó su producción y su consumo, pero que en pleno siglo XXI se ha
intensificado su producción y consumo incluso a países de América Latina y el Caribe.
Segmentación del mercado de vino en general
Si bien se ha dado “la veneración por una constante histórica de los pueblos
mediterráneos entre los que destacan Francia, España e Italia es por motivo de su
tradición vinícola” (Droulers & Roullet, 2007), por ello es que actualmente el vino es el
protagonista de la sociedad, puesto que involucra un segmento de mercado con gustos y
preferencias dignos de glamour, sofisticación e incluso tienen un toque que da la
percepción al consumidor de que el beber vino, les permite estar dentro de un estatus en
lo que respecta a reuniones sociales. Sin embargo, y a pesar de ello el mercado en
general ha pasado por una transición puesto que “se ha pasado de un mundo cognitivo
moderno a uno semiótico postmodernista” (Venkatesh, 1999).
Es así como los consumidores del vino hoy “valoran el producto, no únicamente por sus
elementos funcionales y de tipo organoléptico, sino que además lo miden por su
capacidad de generar estatus, provocación, novedad” (Belk, 1988). Es así que, las
personas mantienen y construyen una identidad propia del consumo de bienes, pues se
entiende que “el consumo se rige como un valor social que produce y reproduce
significados simbólicos, códigos sociales y culturales, además se genera la propia
identidad del consumidor” (Firat & Venkatesh, 1993), definiendo así una relación
individuo-empresa.